05/06/2018 DIARIO DEL PUERTO
El ejemplo más claro de cómo un cambio de Gobierno tan abrupto puede trastocar los planes de un organismo público lo encontramos en el gestor aeroportuario AENA.
Ayer mismo, el ya ministro de Fomento en funciones, Íñigo de la Serna, tenía previsto en Madrid celebrar un gran acto para presentar el nuevo Plan Estratégico de AENA, un ambicioso marco para el desarrollo futuro del gestor aeroportuario que, de la mañana a la noche, va a quedar en suspenso y con la posibilidad cierta de ser sometido a una profunda revisión dada la diferencia en la concepción de lo público que tienen el Partido Popular y el Partido Socialista.
El acto, obviamente, fue suspendido el viernes tras la moción de censura, a lo largo de una jornada en la que el propio presidente de AENA, Jaime García-Legaz, se apresuró a confirmar a sus allegados lo sabido por todos: en los próximos días abandonará el cargo. Desde el punto de vista logístico, el cambio de Gobierno no sólo deja congelado el ya redactado Plan Estratégico de AENA, aprobado por su Consejo de Administración la semana pasada.
También quedan congelados de momento dos ambiciosos proyectos de honda trascendencia para el sector logístico como son los planes inmobiliarios de los aeropuertos de Madrid-Barajas y Barcelona-El Prat, presentados ambos hace escasísimas semanas.
Lo relevante de estos planes desde el punto de vista logístico no era ni la inversión prevista ni lo que su comercialización pueda reportar a las arcas públicas. Lo más importante de ambos desarrollos era la puesta en valor de una serie de terrenos de alto valor añadido al servicio no sólo de la carga aérea tradicional, sino también de los usos logísticos que la revolución industrial 4.0 conlleva de la mano del comercio electrónico. Habrá que ver en qué estado quedan estos proyectos, afectando a superficies que en el caso de Barajas ya quedaron paralizadas en los estadios previos a la crisis.
Fuentes del ámbito logístico y de la carga aérea han mostrado en privado en las últimas horas su decepción por la salida de García-Legaz, que venía manifestando una «gran sensibilidad» ante las demandas del sector, así como su temor a una ralentización de las nuevas políticas previstas para el impulso de la carga aérea.